Memorias de un perro en Miami. Prólogo.

Es complicado escribir tus memorias cuando eres un perro, aunque seas un perro en Miami. Sobre todo cuando eres un perro que ha vivido una vida perra. Porque claro, si eres uno de esos privilegiados que van del criadero a casa y lo peor que les ha pasado fue haber vomitado en ese primer viaje en coche, apaga y vámonos. Si eres Fifí o Fluflú y solo has tenido que aprenderte un nombre en tu vida, a mi no me vengas de perro espabilao. Yo ahora me llamo Pancho, o Panchis, o Panchou si me llama el yankidueño. O Poncho si me llama la yankiabuela. O Panchito si me llama la abuela de Madrid. O «galleta». O «treat». O «vamos a la calle». O «let´s go for a walk». Vamos, que el truco está en ir en cuanto oyes una voz humana y punto. Si solo vas al oír Fifí, o Fluflú, siento decirte, amigo perro, que puedes estar perdiéndote grandes cosas en esta vida.

La verdad es que no me acuerdo mucho de mi pasado, tengo grandes lagunas, pero me las pienso inventar. Por contar algo. Porque dicen que para sentirse realizado hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Yo meo en todos los árboles y no tengo huevos desde el año 2014. Así que vamos a por el libro.

 

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