Capítulo Cuatro: «Miami Animal Services»

Las patatas se acabaron pero yo ahí seguía, en el asiento del copiloto. Quietecito.

El señor del Honda Accord llamó por el manos libres a alguien.

– Pííí, Píííí….

– Vamos, Lucy, responde, ¡responde!

– Aló?

– Lucy, soy yo. Oye, que casi atropello a un perrillo y lo subí pa’l carro….

– WHAAAT?! Are you serious?

– No mi vida, no estoy bromeando, iba a cruzar la Dixie Highway y lo iban a matar o iba a provocar un accidente, así que no tuve otra opción que…

– Alfredo William, you have to be kiddin’. No way que tú me traes un perro a esta casa.

– ¡Pero si solo sería esta noche! Mira, lo bañamos en…

– ¡Y encima está mugriento! No way. Yo te tengo dicho que aquí no entra un perro.

– Pero solo esta noche, los niños se entretienen y ya mañana yo le llevo a un vet…

– Alfredo William, tú sabes que si aquí entra un perro, mañana ese perro no hay quien lo saque de la casa. Y luego tú te llevas al perro y me dejas a mi to’l drama con los niños. No way. Que no hay perro, Alfredo. ¡Que no!

– ¿Y tu hermana? ¿No querrá un perrito tu hermana? He’s a good boy…

– Alfredo, listen: te voy a colgar el teléfono. Haz lo que quieras con ese perro pero aquí no lo traigas. I mean it.

Clic.

Alfredo me miró y yo le eché mi mirada más lastimera. Me sale fenomenal, funciona en 9 de cada 10 MacDonalds. El truco está en mirar hacia arriba y echar hacia atrás las orejas, como si tuvieras puesta una diadema.

Alfredo volvió a llamar a otro teléfono. Se lo cogieron en seguida.

– Miami Animal Services, ¿en qué puedo ayudarle?

– Sí, buenas tardes. Acabo de rescatar a un perro aquí en South Dade pero por desgracia yo no puedo quedármelo. ¿Podría llevarlo para allá?

– Sí, claro, estamos hasta las 6 y media. ¿Qué tipo de perro es?

– Es pequeño, feíto…

*****¿Perdona? Feíto será tu padre, Alfredo William. *****

… debe de pesar unas doce libras, no es agresivo, es miedoso.

– Bueno, tráigalo y vemos si está identificado y podemos localizar a su dueño.

No, yo no estaba identificado. Así que cuando llegué y me pasaron la maquinita esa por encima, no pitó. Y eso, al parecer, es mala señal, porque pasas de ser perro perdido a ser un «stray», que suena fatal, pero es lo que viene a ser un perro sin hogar.

Una señora me llevó por un pasillo con miles, qué digo miles, ¡millones! de jaulas con otros perros que me ladraban al pasar por su lado, me enseñaban los dientes o me miraban como diciendo «Bienvenido al infierno». Yo tenía mucho susto y, según me metieron en la jaula, me hice una rosquillita en una esquina. Pero últimamente dormía fatal, todo me picaba y no encontraba la posturita, así que no pude ni siquiera dormirme para no ver que el del Honda, a pesar de que parecía buena gente, me había metido en la cárcel.

– ¡Me ha metido en la cárcel el muy cabrón…! -lloré un poquillo, para desahogarme.

– ¡Je! en la cárcel dice. Te ha metido en el corredor de la muerte, chaval!

Puse las orejas en modo alerta. No había nadie en mi jaula. ¿De dónde había salido esa voz?

– ¿Quién ha contestado? -ladré.

– Soy Ron, el perro de la jaula de arriba, que te estoy oyendo. Tío, que esto es temporal. Si al final vamos todos a la cámara de gas.

– ¿Pero qué dices? ¡Si no le he hecho mal a nadie!

(Aquí me callé lo del bocao al Baby. Es un episodio oscuro de mi pasado que no creo que fuera de su incumbencia)

– Bienvenido a Miami Animal Services. Es decir, la perrera. Tienes entre 2 semanas y un mes de margen para que te adopten. Luego… bueno, si no te adoptan… pues eso, que bye.

– ¿Qué requisitos hay que cumplir para ser adoptado?

– Hmmmm… si yo los supiera no estaría aquí. Supongo que ser guapo, sano, educado con los niños, amable con otros perros, gatos, loros, conejos…. Joven. Adiestrado. Simpático. Hmm…. Hipoalergénico también, que ahora eso está de moda.

– Joder… Pues vamos listos. Yo soy un goodboy pero estoy hecho unos zorros.

– Je! Macho, aquí goodboys somos todos.

 

Continuará…

 

 

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