Triquiñuelas
El pasado 15 de enero, día de Martin Luther King Jr., fui al trabajo un poco encabronada porque, a pesar de ser Fiesta Nacional, no es obligatorio cerrar para las empresas, y en Miami solo se nota que es festivo porque cierran los bancos y los colegios.
Cogí el teléfono y me desahogué en unos pocos stories, donde prometí, además, contaros con detalle a qué me refería cuando dije que los afroamericanos en este país lo tienen muy difícil para poder votar. Fuisteis muchos los que me preguntásteis y os agradezco el interés, porque el racismo no es solo no contratar a alguien por su raza, o no querer echarte un novio negro, o definir lo que es un «barrio malo» solo porque allí vivan afroamericanos, etc., etc. El racismo existe de verdad a día de hoy en este país y no olvidemos que hace solo una generación (mi suegra ha sido testigo de esto) incluso las fuentes públicas se dividían en dos: una para negros y otra para blancos.
Pero, a diferencia de la década de los 50, a día de hoy está mal visto ser abiertamente racista, por lo que las medidas han de ser más sutiles o imperceptibles a los medios. Las cámaras en los teléfonos han supuesto, en los últimos diez años, una revolución para la protesta afroamericana en contra las cargas policiales injustas y, muchas veces, abusivas. Ahora todo se graba con un teléfono y, aún así… no siempre condenan al agresor. De ahí que se creara, en 2013, el movimiento «Black Lives Matter» («Las vidas negras importan») y, aún así, muchos contestaron con el contra movimiento «All Lives Matter» («todas las vidas importan») con afán de restar importancia al hecho de que la población negra es la más oprimida por la policía.
Algo que a mi me dejó loquísima fue saber que, en el estado de Florida (y en algunos otros) si eres exconvicto no puedes votar. Es decir, tienes 18 años, haces la mayor estupidez de tu vida y atracas una gasolinera, te pillan, te meten en la cárcel unos años… y cuando sales, aunque te reinsertes, aunque te conviertas en un ciudadano modelo y, sobre todo, aunque ya hayas pagado por tu crimen, el castigo continúa. Antes, de forma vitalicia pero, en 2007, el gobernador republicano Charlie Crist cambió esto para facilitar la vuelta al voto de los exconvictos. Sin embargo, su compañero de partido, el actual gobernador Rick Scott, echó para atrás el cambio y lo dejó en un proceso por el cual el exconvicto ha de pedir al tribunal su reinstauración del derecho al voto a través de un proceso complejo y cuando hayan pasado ya 7 años desde su salida a la calle. ¿No os parece complicado? ¿Cuántas personas creéis que se toman la molestia de pagar a un abogado y andar de juicios para poder volver a votar? ¿Y por qué digo que esta es una medida racista? Porque, recordemos, por cada blanco que va a la cárcel, meten entre rejas a cinco negros. A Rick Scott, teniendo en cuenta que Florida es un estado que no es claramente republicano, sino que está ahí, ahí en todas las elecciones, el eliminar unos cuantos miles de votos negros va muy a su favor.
Porque, por regla general, los afroamericanos de este país dan su voto a los demócratas. Sin embargo, fue un demócrata, Bill Clinton, el que metió la pata hasta el fondo con este tema, pasando una ley muy controvertida en 1994, por la cual se dotaba con 30 millones de dólares para reforzar el control policial y bajar las tasas de criminalidad. Según esa ley, el presupuesto iba para reforzar el castigo de los criminales que cometieran delitos federales, y también se destinaba un dinero a los estados para ampliar su red de cárceles y reforzar las sentencias de los crímenes estatales. Nada para rehabilitarlos o prevenir el crimen en sí. La medida, un tanto radical, se tomó porque la tasa de crimen había subido exponencialmente desde finales de los ochenta por culpa de las drogas y la llegada del crack estaba haciendo estragos en las zonas urbanas. Pero provocó que las cárceles federales duplicaran su número de inquilinos.
Esta ley ha sido muy criticada e incluso fue uno de los factores en contra de la campaña de Hillary en las pasadas elecciones, ya que se dice que, aun sabiendo que el sistema judicial es muy injusto con la población negra, los Clinton apoyaron su expansión. Años más tarde, ambos han terminado admitiendo que esta ley fue un error y que, en vez de solucionar el problema, creó un problema peor: Estados Unidos tiene, con diferencia, la mayor población encarcelada del planeta.
Otra de las triquiñuelas que más alucinantes me parecen es la práctica indiscriminada de lo que aquí se llama el «Gerrymandering». Es un concepto muy complicado que voy a intentar simplificar lo más posible para que todos lo entendamos.
Para empezar, es importante que sepáis que las dos cámaras legislativas de Estados Unidos, la Cámara de Representantes y el Senado, son muy distintas en número de miembros. Hay dos senadores por estado, independientemente de que el estado sea tan grande como California o tan pequeño como Hawaii. Sin embargo, en la Cámara de Representantes, el % de congresistas es proporcional a la población de cada estado. Por lo que California tiene 53 representantes y Hawaii solo dos. Cada uno de estos congresistas representa a un distrito. Pero, cada cierto tiempo, la población de un estado puede variar significativamente. Gente que se muda de Detroit (Michigan) a, por ejemplo, Hawaii. Y si las islas experimentan un aumento de población y, en vez de tener derecho a 2 representantes, ahora necesitan 4, hay que redibujar las líneas de los distritos.
Pero, ay amigo, según como dibujes estas líneas de los distritos, los resultados de las elecciones pueden cambiar radicalmente. ¿Cómo? Jugando con el voto de las minorías.
Os pongo un mapa de cómo se distribuye la población de Alabama según su raza para que lo veáis más claro:
En Alabama, el 25% de la población es negra. Se concentra, principalmente, en lo que se llama el «Black Belt» (el cinturón negro) que, si os fijáis, iría de este a o este cruzando todo el estado. Sin embargo, el dibujo de los distritos es raro, con picos. Aquí el gerrymandering se ha hecho para distribuir a la población blanca en todos los distritos de una manera similar, dejando en el distrito 7 a la mayoría negra. Es decir, los republicanos saben que van a perder en ese distrito 7 en concreto, pero no en los demás. Si os fijáis, el distrito 7 se mete un poco en el distrito 1, solamente para capturar el área donde vive la población de color. De esta manera, el distrito 1 queda con mayoría blanca.
Este es un buen ejemplo porque no sé si recordaréis que hace poco hubo elecciones al senado en este estado. Doug Jones, demócrata, venció por muy poquito -un 1%- a un tipo llamado Roy Moore, el cual, entre otras maravillas, cuenta en su pasado con un arsenal de mujeres que aseguran que sufrieron abusos sexuales por su parte cuando eran jovencitas.
Cuando os conté que Doug Jones había ganado, fuisteis varios los que os lleváisteis las manos a la cabeza porque hubiera sido por tan poca diferencia. Pero mirad el mapa de nuevo. En esas elecciones al senado, toda la población afroamericana del distrito 7 votó, en masa, por Jones. Y eso fue lo que le dio los votos. Pero si hubiesen sido elecciones a la Cámara de Representantes en vez de al Senado, donde hay que ganar cada distrito por separado y no el estado en conjunto, el partido demócrata no habría ganado ni de coña, ya que Jones perdió en todos los distritos menos en el 7. ¿Me explico? La población negra está concentrada en el distrito 7 y, así, el resto de los distritos siempre tendrán mayoría republicana. Es decir, que Alabama, si tiene derecho a 7 representantes en la Cámara, 6 serán republicanos y solo uno demócrata.
¿Es esto legal? En principio no es legal hacerlo descaradamente y hay algunos estados que contratan a un tercero para que dibuje los distritos de acuerdo con el censo de una manera objetiva, como debería ser siempre… Sin embargo, a juzgar por cómo muchos estados hacen estas cosas raras, sí parece que es relativamente fácil salirse con la suya y el Tribunal Constitucional no hace nada para evitarlo.
¿Es esto correcto? Está claro que no es justo, ya que en función de cómo se distribuyan esos votos de la población, puede ganar uno u otro partido. El número de representantes debería reflejar fielmente a la población.
¿Es esto racista? …Y a vosotros, ¿qué os parece?
Besos,
Belén