«Going Postal»
El otro día leí que Noelia de Mingo va a salir del centro psiquiátrico donde vive desde hace más de diez años porque parece que ya está mejor. No sé si os acordaréis de ella, es la médico que trabajaba en el Hospital de La Concepción, en Madrid, hasta que un día brotó, cogió un cuchillo y se dedicó a ir por planta matando a gente. Acuchilló a ocho personas en total, tres de las cuales murieron a causa de las heridas. Dijeron entonces que había sufrido un brote esquizofrénico paranoide y, de pronto, la doctora pasó a ser una asesina. Aquello fue tremendo.
Aquí, como sabéis, son más de rifles de asalto y menos de cuchillos de cocina. No sé si sois conscientes de que, en España, en nuestra jerga, todos (o casi todos) hemos hecho el chiste o escuchado a alguien bromear en algún momento de estrés con eso de «liarse a tiros» en el trabajo. Y digo bromear porque allí (al contrario que aquí) la broma es evidente y nadie te va a tomar en serio o asustarse si lo dices. Y, si lo analizáis, lanzamos esa broma por influencia americana, ya que durante años nos han llegado noticias de gente loca liándose a tiros aquí, en Estados Unidos.
Aquí con esas cosas no se bromea porque pasan de verdad. Hay incluso una expresión que significa exactamente «liarse a tiros en el lugar de trabajo»: ellos dicen «Going Postal», algo así como «Volverse postal». Y todo tiene un porqué.
En 1986, un cartero de Oklahoma entró un día a trabajar y mató a 14 compañeros antes de pegarse un tiro en la sien.
En 1991, un ex-cartero en New Jersey fue a casa de su antigua jefa y la mató, a ella y a su novio. A la mañana siguiente, fue a la oficina postal y mató a otros dos.
Ese mismo año, en Michigan, un empleado de la oficina de correos fue despedido por insubordinación. Fue a su casa, cogió un rifle y volvió para acribillarlos. Mató a cinco y después, se suicidó.
El mismo día de mayo del año 1993, con tan solo unas horas de diferencia, ocurrió lo siguiente: en Michigan, un cartero disparó a tres personas de su oficina y mató a una de ellas. Y, después, se suicidó. En California, pocas horas más tarde, un hombre que había sido despedido de su puesto en la oficina postal por acoso laboral, mató primero a su madre, luego a su perro y luego fue a su antigua oficina a cargarse a dos de sus ex-compañeros.
En 2006, en California, una mujer prejubilada de su trabajo en la oficina postal, les hizo una visita, pistola en mano, y mató a seis de las personas que trabajaban allí.
En Oregón, también ese mismo año, un cartero se llevó el revólver al trabajo con la intención de matar a su director. Pero, como vio a su supervisor primero en el aparcamiento, decidió atropellarle, varias veces, para completar la misión. Después, entró en la oficina para cargarse al director pero, como éste aún no había llegado, volvió al aparcamiento y acribilló a balas al malherido supervisor. Fue su venganza porque le habían asignado una nueva ruta 20 minutos más larga que la anterior y su jefe no paraba de darle más trabajo.
Como veréis, la expresión tiene su motivo: las oficinas de «Correos» se convirtieron en el escenario más habitual para estos trabajadores quemados que «brotaron» contra sus compañeros. Y estos son solo algunos ejemplos. Si vais a la lista de «Postal killings» de la Wikipedia, veréis que hay un total de 23 «incidentes» desde los años 70 hasta hoy.
Basándome en todo esto, os diré que ser cartero aquí debe de ser muy estresante. Y que la semana que viene quería ir a mandar un paquetito con cosas para mis sobrinos y, después de saber esto, voy a hacer la cola allí cagada de miedo.
¡Os mando un beso!
Belén