Vivir para trabajar.

Entro en una tienda e inmediatamente, una dependienta me saluda. «¡Hola, bienvenida! Tan solo informarte de que hoy tenemos toda la tienda al 40%». La chica no quiere atenderme, ni venderme nada, solo saludarme y decirme esa frase.

Entro al supermercado y me paro frente a los champús. Nunca sé cuál elegir y me los leo todos pero, cuando llevo allí dos minutos, ya hay un dependiente preguntándome si necesito ayuda, si no encuentro algo, si me puede ayudar. Hay prácticamente un dependiente reponiendo en cada pasillo, y todos son muy amables. He calculado que puede haber más de treinta personas trabajando en el supermercado en un mismo turno. Cuando voy a pagar, la cajera no es quien me embolsa los productos, hay una persona en cada caja dedicada exclusivamente a eso, a meter lo que he comprado en la bolsa y, si lo necesito, ayudarme a llevarlo hasta mi coche. Hay varias personas, además, que recogen los carros desperdigados por el aparcamiento.

En un restaurante, no importa de qué tipo, siempre hay una persona que te acompaña a tu mesa (o te apunta en la lista de espera), otra que te sirve el agua (aquí siempre te ponen un vaso de agua fría con hielo, según te sientas) y te pregunta qué vas a querer beber y, por último, llega tu camarero.

En prácticamente todas las tiendas y grandes superficies se ve el cartel de «se necesita personal» a pesar de que, en mi opinión, casi te diría que hay empleados que sobran.

Aquí el trabajo no falta. No hace falta tener formación para que te cojan en alguno de estos trabajillos. Ni existe eso de «a partir de los 50 ya no hay quien encuentre quien le contrate», porque no suele haber máximo de edad. Eso sí, no esperes cobrar un sueldo digno. Quizá tengas que trabajar en varios sitios para llegar a fin de mes. A nosotros nos ha sentado la misma chica en dos restaurantes distintos en noches consecutivas –«Es que trabajo en casi todos los restaurantes del barrio»– nos dijo, sonriente, cuando la reconocimos.

En el estado de Florida, el salario mínimo es de 8 dólares la hora, un poco superior al salario mínimo federal, que es (congelado desde el año 2009) de 7,25 dólares la hora. Antes de impuestos. Esto significa que, básicamente, después de impuestos se queda aproximadamente en un sueldo de 1.100 dólares al mes. Y no, no me comparéis este sueldo con un «mileurista». Porque recordad que aquí el despido es libre, no hay indemnización. Que no hay seguridad social y los seguros médicos son carísimos y nunca cubren todo. Que, si no tienes seguro dental, una simple caries te puede salir por más de dos mil dólares. Que no hay pensiones tal y como las tenemos en España. No hay prestación por desempleo. Ni baja si enfermas. Ni baja por maternidad. Ni siquiera, en la mayoría de estos trabajos de bajo perfil, hay vacaciones pagadas. Es decir, que esos mil dólares te tienen que dar para mucho, mucho más que a un español sus mil euros. Y la vida es cara aquí:  por poner un ejemplo, una docena de huevos te cuesta entre 3 y 5 dólares. En Madrid, creo recordar que no llega a 2 euros, y ambas monedas están más o menos a la par en la actualidad. Es decir, que un «mileurista» es un español que va «pelao». Un «mildolarista» es un americano que es, literalmente, pobre.

Sí, en Estados Unidos hay mucho trabajo. Hay menos de un 5% de paro. Ni que ver con nuestro 17 ó 18%. Pero esta cifra es muy engañosa, hay miles de personas que, a pesar de tener trabajo, viven bajo el umbral de la pobreza. Leí en el Huffington Post que, si tan solo ese salario mínimo por hora se subiera a 10 dólares a nivel nacional, a lo largo de los tres siguientes años nada más y nada menos que 5 millones de personas saldrían de su situación de pobreza actual. Eso sí, también otro estudio demuestra que, si así fuera, también se eliminarían 500.000 puestos de trabajo.

¿Y qué es mejor, más gente trabajando y ganando menos o menos gente trabajando pero ganando más? El debate está servido.

Porque esto no es todo. Aquellas posiciones en los que el trabajador es susceptible de recibir propinas, tienen un salario considerablemente más bajo (unos 5 dólares a la hora). Un camarero, por ejemplo, puede cobrar solo unos 800 dólares al mes por una jornada completa. Se entiende que «completa» su sueldo gracias a las propinas, que también ha de declarar cuando paga sus impuestos. De esta manera, el dueño de un restaurante puede permitirse el lujo de tener 6 camareros en vez de 2 para atender a su clientela, y de ahí que en Estados Unidos esté tan aceptado socialmente el pago del 15%, 18% o incluso 20% extra sobre el total de la cena a modo de propina. Esto es, que si una cenita normal para dos te ha costado 50 dólares, por lo menos has de dejar 7 u 8 más de propina.

Los españoles tenemos fama de rácanos con esto. «¿Cómo voy a dejar diez dólares de propina por cenar en un sitio normalito?» – pensaba yo. En España, la propina es un «extra» que se le da al camarero sólo si ha sido eficiente y simpático, y si llevas suelto. Aquí significa algo bien distinto: estás pagando parte del sueldo del camarero, no dándole un premio. ¿Que lo debería pagar el dueño de la empresa y no el cliente? Totalmente de acuerdo. Pero entonces a lo mejor no podrían contratar a tanta gente. Es la pescadilla que se muerde la cola.

Y, por último, lo más doloroso. Cuando ese señor que te mete el detergente en una bolsa tiene más de 70 años y, aún así, se ofrece a cargar con el peso hasta tu coche. Cuando la dependienta del Macy’s que te cobra tiene claramente más de 80 años y ves que lleva todo el día allí de pie. Aquí la gente cumple años y no se jubila. A partir de los 65 sólo existe una ventaja: el MedicAid, que es básicamente pasar a tener Seguridad Social y, aunque no cubre todos los gastos médicos, al menos evitas pagar un seguro mínimo. Las pensiones son muy, muy reducidas. Olvídate de «lujos» como el IMSERSO, el polideportivo, los centros de mayores. Las residencias de ancianos son privadas y muy pocos pueden pagarlas.  Hay gente que trabaja hasta que ya no puede más. Literalmente.

«Me quiero ir a vivir a Estados Unidos, a trabajar de lo que sea». He oído esta frase unas cuantas veces. Y amigo, yo que tú me lo replantearía. Si estás cualificado, hablas inglés, eres inmigrante 100% legal y consigues un buen trabajo compitiendo en igualdad de condiciones con candidatos locales, bienvenido al Estados Unidos donde podrás conducir el coche que siempre has soñado pagando una cómoda mensualidad y puede que el tamaño de tu armario aquí sea mayor que el de tu actual cocina. Seguirá siendo carísimo el tren de vida en según qué ciudades, pero tú podrás pagarlo. Pero si lo que quieres es buscarte la vida «de lo que sea», te recomiendo otros destinos más fructíferos. Aquí ya hay millones de personas que trabajan de sol a sol por cuatro perras en precariedad total. La que me saludó en la tienda. Quien me ayudó a elegir champú. El señor al que le pido que utilice mi bolsa de tela en vez de las que te dan de plástico. El chico que recoge los carros. Nuestra amiga, la que nos sienta en los restaurantes del barrio. El camarero que te trae el agua. El que te sirve la comida. Esas ancianas de la caja…

Besos a todos,

Belén

 

 

 

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