Pizzagate para Dummies
No sé si ha llegado siquiera esto del «pizzagate» a España. No os que os perdais nada, la verdad, pero me gustaría contároslo para que alucinéis pepinillos. Se trata de una historia absolutamente surrealista que deja a la altura del betún a mis queridos amigos americanos. Porque, aunque yo me empeñe en defender a la mayoría de la población de este país, he de reconocer que hay un «pequeño» porcentaje (es decir, millones de personas) que son más tontos que el asa de un cubo. Gente que no ha salido apenas de su casa, que no lee, que no se informa y que son víctimas de su propio país, al que defienden con uñas y dientes (su frase más habitual ante cualquier crítica es «si no te gusta, vete»). Pero no les culpo: ellos son así de tontos, en parte, porque su sistema educativo es de echarse a llorar (que a mi me han llegado a preguntar que qué idioma se habla en España, por dios…) y también porque los medios de comunicación rara vez hablan de otra cosa que no sea de su propio ombligo. Es difícil ser medianamente abierto de mente cuando en los cines no hay otra cosa que películas americanas, cuando no se escucha ninguna música que no sea en inglés y solo se menciona a otros países en las noticias cuando ha habido algún ataque terrorista o desastre natural. A no ser que hagas un gran esfuerzo por ver que el mundo es grande (y no me refiero al tipiquísimo «Eurotour» donde los americanos ven la torre Eiffel, el Coliseo romano y el Big Ben al galope en cuatro días para poder decir que ya «conocen Europa»), es muy difícil para esta gente ser mínimamente culta y tener criterio.
Dicho esto en su «defensa» (sí, su defensa es «pobrecitos que son tontos»), paso a explicar el «Pizzagate»:
El «Pizzagate» es solo uno de los múltiples bulos lanzados contra la familia Clinton en la última década. Se ha dicho de ellos que son unos asesinos, que adoran a Satán, que hacen rituales satánicos cocinando con sus propios fluidos o que son «reptilianos, como la reina de Inglaterra», entre otras lindezas. No son insultos, son teorías. Es decir, hay gente que lo cree de verdad. El caso del «Pizzagate» es una especie de cóctel molotov que estalló en las elecciones de una manera muy calculada, utilizando a esa pobre gente ignorante como medio para hacer una cortina de humo sobre lo que realmente estaba pasando, que eran las elecciones presidenciales más extrañas de la Historia.
Todo comenzó con Anthony Weiner, un político prometedor del partido demócrata casado (bueno, creo que ya no) con la asistente personal de Hillary Clinton. El tipo destrozó hasta 3 veces su carrera (primero como político y después como comentarista en las noticias) por ser tonto y contactar con chicas por internet para mandarles, desde su teléfono móvil, fotos de su paquete. Ni siquiera iba más allá, solo mandaba fotos a desconocidas. Animalito. Pero esta historia, si queréis, ya os la contaré en otro post. El caso es que su reincidencia -y que una de las chicas revelase que tenía 15 años- el año pasado, provocó una investigación de la policía al contenido de su ordenador personal, para ver si había más chicha. Casualmente, un solo tuit de un neonazi (lo que aquí llaman un «supremacista blanco») soltó la bomba en Internet, diciendo -sin base alguna- que la Policía había encontrado en ese ordenador indicios de un «posible círculo pedofílico dentro del partido democrático». ¡Bum!
Justo después, Wikileaks vomitó miles de emails de Hillary y allegados y, aquellos que habían creído ese tuit inicial, se pusieron a atar cabos. Decidieron que unos emails de John Podesta (jefe de campaña de Hillary) a su hermano Tony donde hablaban de lo rica que estaba la pizza de un sitio llamado Comet Ping Pong, en Washington D.C., en realidad eran mensajes cifrados donde «cheese pizza» en realidad quería decir «child pornography», ya que tenía las mismas iniciales.
La bola se fue haciendo más y más grande porque, aunque nunca hubo ninguna evidencia de crimen en estos emails, en las redes la historia se fue haciendo cada vez más truculenta. Que si Hillary y sus asesores tenían a niños allí secuestrados para sus favores personales, que si había también una serie de rituales satánicos que practicaban en el sótano… ¿Os acordáis de Madeleine McCann, la niña inglesa desaparecida en Portugal hace años? Bueno, pues se decía que Maddy estaba allí secuestrada, en la pizzería. Circuló por internet una foto de Obama jugando al ping pong con un niño (fotografía que estaba, en realidad, enmarcada en la Casa Blanca) como «prueba» de que también él distraía a los niños en el local. Y se acusó al dueño de la pizzería de pedófilo porque, en una foto subida a internet, llevaba una camiseta que decía «I ❤ L’Enfant». Estaba en francés, pero ellos -tan listos- se habían dado cuenta del mensaje pedofílico oculto… a pesar de que la camiseta era merchandising de L’Enfant, un restaurante de Washington llamado así por ser el apellido de su dueño.
Alex Jones, un tipo que tiene un programa de radio y una web ultra derechista donde básicamente grita, se pone rojo, se le infla una vena en la sien y parece estar a punto de tener un infarto mientras dice una barbaridad detrás de otra, dijo a su fiel audiencia que Hillary Clinton había matado, cortado en pedazos, torturado y violado a muchísimos niños en aquella pizzería de la muerte.
La bola siguió creciendo y el rumor de la red pedofílica pasó a otra pizzería cercana a Comet Ping Pong y a varios restaurantes de distintas ciudades donde los políticos demócratas eran habituales. Los empleados de estos establecimientos empezaron a recibir llamadas con amenazas. Solo en seguridad, Comet Ping Pong lleva gastados 70 mil dólares desde que comenzó esta pesadilla.
Ya pasadas las elecciones, el rumor continuó y la indignación de aquellos que lo creían fue creciendo, ya que «nadie hacía nada para liberar a esos niños». Por eso, un hombre de 28 años condujo desde Carolina del Norte hasta Washington D.C., rifle en mano, y se puso a pegar tiros en la pizzería, exigiendo la liberación de Maddy y compañía. Obviamente, descubrió que allí lo único que se hacían eran pizzas y que el local por no tener, no tenía ni sótano. Le arrestaron y se lo llevaron -está pendiente de juicio- pero aquello no fue suficiente para los que estaban convencidos de que el bulo era cierto. Unos días más tarde, otro hombre amenazó a Besta Pizza (ni siquiera la misma pizzería) diciéndoles que o liberaban a los rehenes o él terminaría lo que el otro hombre había empezado. Por el susto que dio al dueño, ahora se enfrenta a 5 años de cárcel y 250 mil dólares de multa.
Aún así, meses más tarde, hay gente que sigue creyéndose la historia de la pizzería atrapaniños para políticos de élite, lo cual demuestra que hay tontos a los que se les puede convencer de cualquier cosa, no importa lo poco creíble que sea. Incluso Alex Jones, este viernes pasado, pidió finalmente perdón a Comet Ping Pong por fomentar el bulo desde su programa. Pero varias docenas de personas se reunieron el sábado en la capital para protestar por la falta de investigación policial sobre el «Pizzagate».
De lo que sí hay evidencia policial, a estas alturas, es de que Rusia estuvo detrás de las elecciones americanas y de su colaboración en el filtrado de emails por parte de Wikileaks. También se sabe que los tuits más escabrosos fueron retuiteados desde robots en el extranjero, provocando que el bulo se extendiera en muy poco tiempo. El objetivo, que Hillary perdiera las elecciones, se consiguió. Yo misma conozco a una persona que puso en su Facebook que iba a votar a Trump porque «lo que hace Hillary a esos niños no tiene nombre»… Ahora sabemos que las elecciones se ganan (y se pierden) en las redes. Pero, ¿y los daños colaterales? Varios dueños de restaurantes están amenazados de muerte y temen que, en cualquier momento, un loco se presente en su local.
Alex Jones, el mismo que el viernes pidió disculpas a Comet Ping Pong Pizza, ha sido muy criticado por sus fans este fin de semana, ya que no recibieron su apoyo durante la protesta del sábado. Así que, hace unas horas, ha vuelto a utilizar su plataforma ultraderechista Infowars para decir que sí, que pidió disculpas al dueño de la pizzería pero no por eso está perdiendo foco en su denuncia contra el consumo de porno infantil desde la élite política demócrata. Que la pizza es lo de menos, que el poner la atención en el local fue una distracción de los propios demócratas para desviar la verdadera noticia: la red de tráfico sexual infantil que promueven. Que Hillary no ha matado ni cortado en pedacitos ni violado a muchos niños en aquella pizzería, sino que lo hizo en Libia y en Siria. Y así, la historia continúa. Porque siempre hay quien se la creerá.
Y ahora ya conocéis el caso «Pizzagate». Surrealista y estúpido, ¿verdad? Ya lo os advertí desde el principio: no os estábais perdiendo nada.
Muchos besos,
Belén