Ocurrió en Las Vegas
Voy con retraso, porque de esto hace ya un mes. Pero no quería dejar de contaros las cosas que vi en Las Vegas cuando estuve, de camino al Gran Cañón.
Ya había estado anteriormente, por lo que ver desde el avión cómo la ciudad aparece de la nada, en mitad del desierto, no me sorprendió tanto como la primera vez. Ni que haya gente jugando en máquinas tragaperras en el mismo aeropuerto. Ni el tamaño inmenso de los casinos. Ni los hoteles temáticos, con la torre Eiffel de mentira, las pirámides de cartón piedra, los canales venecianos en el interior del Venetian con sus cielos pintados, a modo de trampantojo, en el techo y sus gondoleros afroamericanos excedidos de peso.
No había visto, sin embargo, el espectáculo de agua y luz que, cada quince minutos (por la noche), ofrece el Bellagio en las fuentes de su fachada. Son 1.200 chorros que van bailando al ritmo de 30 canciones. Es espectacular… y gratuito. Tampoco había visto que Las Vegas, en los últimos diez años, ha mejorado sustancialmente su urbanismo. Cuando fui por primera vez, aquello era una ciudad desangelada con diez o doce hoteles temáticos a lo largo de una calle muy sucia y poco más. Ahora hay aceras, jardineras, bancos donde sentarse, muchas más tiendas, muchos más hoteles y todo está perfectamente diseñado para que no te pares. Han puesto hasta pasos elevados para cruzar la calle de un lado a otro sin parar el tráfico. Que, por cierto, en el ascensor para subir a uno de esos puentes peatonales, una chica tocó el arpa para nosotros y no os podéis imaginar lo surrealista que fue aquello.
En fin, a lo que voy. Hice algunas fotos de «cosas que se pueden comprar en Las Vegas», a ver qué os parecen.
¿Qué podemos esperar encontrar en una tienda que se llama Stupidiotic? A ver si lo adivináis: gilipolleces. Allí, por cierto, vendían las pestañas para el coche de las que os hablé hace ya unos años, ¿recordáis? Pues bien, además de eso, todo tipo de chorradas y artículos de broma, vi que había una sección de «actividades de ocio para hacer mientras cagas» muy interesante para culos inquietos. Si eres deportista, puedes jugar al golf. Y, si lo tuyo son las artes, puedes dedicarte a tocar el piano. Yo me inclino más por esta segunda opción del piano, porque te regalan un libro de canciones y porque, con lo del golf, si se te va la bola lejos, se acabó la diversión.
También vi una tienda con todo tipo de merchandising pro-Trump y anti-demócrata. Allí vendían esas gorras rojas de Make America Great Again que llevan los garrulos en los mítines, trajes de presidiaria para Hillary, todos los productos del baño con logotipo de la Casa Blanca (incluyendo papel higiénico) y, al loro, el producto estrella de la tienda: los condones Trump. Porque, como para este hombre, todo es superlativo… Me dijo la chica de la tienda que se agotaban cada dos días.
¿Qué puedes hacer en Las Vegas, además de jugarte el sueldo y, posiblemente, perderlo? Bueno, puedes casarte con Elvis, pedir señoritas de compañía, beber en la calle (cosa que en otros estados, ni pensarlo), ir a ver un striptease, ponerte ciego en un buffet… básicamente se trata de divertirte haciendo el tonto. Supongo que por eso, y porque la gente le da mucho al alcohol, hay quien paga por esto:
Hay gente para todo. También hay tiendas temáticas, como en Nueva York pero a lo bestia -si en Estados Unidos «todo es más grande», en Las Vegas «todo es descomunal»- y, como hay que rellenar un montón de metros cuadrados con objetos de Coca-Cola, por ejemplo, ya no basta sólo con poner tazas de desayuno, camisetas de todos los colores, osos polares de peluche, llaveros, imanes, menaje del hogar retro, correas rojas para tu perro, corbatas, tirantes, pijamas, cuadernos, bolígrafos, mantelerías, sudaderas, gorras, gorros, gafas, bandejas, fundas para el móvil… No, ya me imagino al jefe de la tienda, desesperado, gritando «¡Que traigan más cosas, aquí sigue habiendo espacio!». Tres plantas enteras con objetos de Coca-Cola dan para muchos, muchos objetos. Por eso puedes ver que venden cacao labial con sabores de Coca-Cola, Sprite y Fanta (entre otros) o laca de uñas con el color de la botella verde de toda la vida. Esto, amigos, es porque ya no saben qué meter ahí. Literalmente.
Os dejo con estas joyas. Ya sabéis que no admito encargos… Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. Que ni falta que nos hace traernos nada de esto.
Muchos besos,
Belén