Capítulo Dos: «El favor a Mr. Iglesias»

Dos eventos extraños ocurrieron en «La casa de Julio Iglesias», uno con Julio y otro con La Preysler.

Después de aquella presentación accidentada, Mr. Iglesias (llamémosle así) no volvió a aparecer en varios días. Hasta que un día volvió a meterse en la casa por la puerta trasera, sabiendo que el coche de la madre no estaba en el garaje. Tocó a mi puerta y, cuando abrí, vi a un señor muy aparente en el umbral (claro, esta vez llevaba camisa y no se notaba la cicatriz de los múltiples liftings) que era todo sonrisas y me dijo que venía a pedirme un favor.

Yo, claro está, le dije que por supuesto. Entonces me dijo que tenía una amiga mexicana que había conocido en un viaje reciente, pero que la comunicación por teléfono estaba siendo bastante difícil. Me pidió que por favor le tradujera un mensaje para ella.

Obviamente, yo le dije que claro, que no me importaba nada. Me dijo que tenía que llamar desde su teléfono, así que fuimos juntos hasta la casa de invitados, atravesando por el garaje. La casa de invitados era un pequeño chalet similar a la casa principal, pero en miniatura. Me senté en un sofá y él marcó el número.

– Alo? Hello baby, how are you? It’s Mr. Iglesias!

– ¿Cómo? ¿Quién llamaaaa? ¿Aló?

Mr. Iglesias puso cara de frustración y me pasó el auricular – ¿Ves? ¡No me entiende nada!

Y aquí tenemos a una adolescente española saludando a una completa desconocida.

YO: Eeeh… ¿hola? Soy Belén, la estudiante española de Mr. Iglesias. Me ha pedido que te llame porque al parecer no hablas mucho inglés.

LA MEXICANA: Ay, ¡hola! ¿Mr. Iglesias dices? Ah sí, qué buenoo… No, yo no hablo inglés, pero bien que nos entendemos, jijijiji

MR. IGLESIAS: Dile que la echo mucho de menos.

YO: … Eeeh… Que… que dice que te echa en falta.

LA MEXICANA: Ah, sí, sí, muy bien. Dile que entonces cuando viene para acá.

YO: Que dice que cuando va a ir a verla.

MR. IGLESIAS: Dile que voy para Cancún otra vez la semana que viene.

YO: Que dice Mr. Iglesias que va para allá la semana próxima.

LA MEXICANA: Ah, pues qué bien, qué rico.

YO: Sí… muy rico, sí…

MR. IGLESIAS: ¿¿Qué dice??

YO: Que sí, que fenomenal.

MR. IGLESIAS: Vale, pues ya puedes colgar.

YO: Esto… que…. bueno, que no te entretengo más, Un saludo.

LA MEXICANA: Chaoooo

Mr. Iglesias me preguntó que hasta qué día estaría en la casa de La Preysler y, aunque yo estaría en Spring Hill durante un total de dos meses, en ese mismo momento decidí que me cambiaría de casa para pasar agosto en otro lugar. «Qué pena, porque quizá te necesitara de nuevo» – contestó el tío. Me contó que era el dueño de una cadena de hoteles y que viajaba mucho y que tenía muchas amigas como la mexicana, pero que el idioma era, a veces, un problema.

– Claro, claro…

Lo cierto es que nunca más le volví a ver.

Creo que puedo poner en mi curriculum, sin miedo a equivocarme, que, a mis quince añitos, hice mi primera labor de traducción e interpretación para ayudar a un viejo rico a quedar con su… querida, por decirlo en plan suave. Y esto es así.

Además -y en aquel momento no me di cuenta, no caí hasta muchos años más tarde- me había arriesgado muchísimo al entrar a la casa de un completo desconocido, siendo yo menor de edad. Qué pánfila. Mr. Iglesias bien que sabía que aquello no estaba bien y por eso esperó a que La Preysler no estuviera en casa para pedirme el favor, pero yo no fui consciente. Me pidió que no le dijera nada a su ex «porque era una histérica». Y yo fui tonta y me callé. Afortunadamente, ese momento tan surrealista tan solo se quedó en eso, en un momento incómodo y punto.

Pero… joder con Julio Iglesias. Sí que era truhán el buen señor.

 

… Continuará.

 

 

 

Type at least 1 character to search