Querido Trump

Querido Trump,

Me gustaría empezar esta carta con una frase amable. Un «espero que estés bien», un «ojalá te estén cuidando en la Casa Blanca» o así. Pero solo se me ocurre empezar diciéndote «hijo mío, te estás cubriendo de gloria».

Llevas poco más de una semana y ya tienes a media Humanidad rezando para que te vayas. Verás, aquí llevaban ocho años teniendo a un Presidente que daban ganas de comérselo con patatas, tan educadito, tan carismático, tan en forma, tan gracioso él. Un Presidente que, si de algo pecó, fue de tener demasiado mano izquierda. Y, ahora, hemos pasado de eso al elefante en la cacharrería. Al Presidente que se jacta de no haber cambiado un pañal. Al Presidente que no mencionó ni una sóla vez a ninguno de sus hijos cuando contrató a un escritor para que escribiese sus memorias. Al Presidente que insulta a las mujeres. Al que apoya abiertamente la tortura. Al que no paga impuestos. Etcétera, etcétera.

Verás, sé que ya habrás oído de todo en «esos medios de comunicación corruptos» de los que tú hablas. Y que el punto de vista de una mujer inmigrante como yo te debe de importar exactamente lo mismo que si Melania se compra otro par de zapatos. Pero me gustaría que, a modo de crítica constructiva, siguieras leyendo -el traductor de Google funciona medio decentemente- y te enteraras de un par de cosas.

La primera, es que no sabes hablar. Yo sufro cada vez que te oigo inventarte palabras con la patata en la boca o pronunciando como si te hubieses criado en la peor calle del Bronx. Llevo estudiando tu idioma desde que tengo siete años y aún tengo puestos los subtítulos en inglés en el televisor para seguir aprendiendo nuevas palabras. Tú no lo sabes, porque no te has molestado en abrir tus horizontes, pero aprender una lengua que no es la tuya es un esfuerzo de toda una vida, sobre todo si pretendes integrarte en otro país. En 2009, aún estando en Madrid, recuerdo que me apunté a una academia de inglés para perfeccionar y sacarme un examen oficial. ¿Y sabes qué nos ponía la profesora de «listening»? El «Yes we can». Seguro que te suena.

La persona que te escribe a ti los discursos tiene un trabajo miserable. Seguramente ponga todo su esfuerzo en ellos y consigue, eso sí, que estés varios minutos hablando sin realmente aportar nada. Sin embargo, a ti no te gusta que te digan lo que tienes que hacer e incluyes, en cada frase, algo de tu cosecha. Lo cual, así dicho, suena fenomenal y le da un toque natural. Pero cuando tu cosecha es más básica que el nivel de Geografía de un adolescente americano, mejor si no la sacas a colación. Porque si tu frase es «Las tropas son uno de los grandes valores de este país», por ejemplo, lo único que haces es adornar con superlativos, y se nota. «Las tropas son uno de los grandes valores -grandísimos, buena gente, la mejor gente- de este país».

Esto lo haces constantemente y me pone de los nervios. Tu vocabulario, tan básico, no me está ayudando a mejorar, Donald. Todo es «tremendo», «un desastre», «genial», «bueno», «malo»… Te agradecería un poco más de variedad. Ni siquiera te entendí cuando, en uno de los debates, te referiste a los mexicanos como «bad hombres», y eso que hiciste un notable esfuerzo para incluir la palabra en español. Un detalle, lo de hablar en español para referirte a «delincuentes».

No, Donald, no creo que ningún estudiante en el extranjero esté aprendiendo con tus discursos. Aunque supongo que no te preocupa, ya que no les tienes pensado dejar venir…

El otro día firmaste un decretazo por el cual niegas la entrada de personas procedentes de siete países de Oriente Medio (Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen) durante 90 días, hasta que tu Gobierno perfile una ley de inmigración más detallada, que miedo me da. Siete países vetados de Estados Unidos, todos ellos de mayoría musulmana y ninguno de ellos con lazos empresariales con el holding Trump. También has dicho que cuelgas el cartel de «no se aceptan refugiados» y que, de aceptarlos, prevalecerán aquellos que sean cristianos. Tú crees que, haciendo todo esto, evitas que venga Bin Laden reencarnado a ponerte una bomba. Aunque, en ese caso, estarías jodido, porque Bin Laden era de Arabia Saudí y él tendría permiso para entrar.

Pero lo que has hecho, en realidad, es que Hameed J. Darweesh, que venía con su visado conseguido después de colaborar con las tropas americanas durante años, ejerciendo de traductor, fuera retenido con su familia durante horas en el aeropuerto como si fuera un criminal. Que Vahideh Rasekhi, estudiante de doctorado en una universidad de NY, temiese ser deportada. Que Hamdiyah Al Saeedi, residente permanente, con un hijo nacido aquí que, para más INRI, está metido en tu ejército, también fuese retenida.  Que Osama Aloabi, estudiante de 20 años en la Universidad de Dallas, esperara durante más de 6 horas en el aeropuerto sin poder comunicar con sus padres, que venían con visado de turista. Y así, cientos de casos en todos los aeropuertos internacionales.

Decía Osama que sus padres eran unas personas extraordinariamente amables. Que iban a visitarlo por vacaciones. Que su madre estaba aterrorizada. Que no entendían inglés. Que les habían dado un papel para firmar y amenazado de que, si no lo hacían, irían a la cárcel. En ese papel ponía que aceptaban voluntariamente ser deportados. Afortunadamente, Osama pudo transmitirles el consejo de la Unión Estadounidense de Derechos Individuales de que no firmaran, antes de que perdieran comunicación.

Supongo que pensarás que están pagando justos por pecadores, pero que estás convencido de que así refuerzas la seguridad del país. Pero ahora imagínate que te pasa a ti. Que, por ser americano, no puedes viajar adonde te plazca. Que te tratan como basura sólo por tu nacionalidad. Como sigas así, esto no requerirá de tu esfuerzo imaginario. La «marca USA», a nivel global, está por los suelos. Y es una pena, porque había costado años levantarla.

Y yo, que tengo este humilde blog donde, durante los últimos tres años, me he reído, desde el cariño, de lo raritos que sois los americanos, quiero decirte que tu nivel de locura no tiene ni pizca de gracia. Que Hillary tenía razón cuando describió a tus fans como «una panda de deplorables», porque esto va más allá de diferencias de ideología. Es una cuestión de simple humanidad.

Siento decirte que, de momento, lo estás haciendo infinitamente peor que Obama. Y que a ti, me temo, no te van a dar ningún Nobel de la Paz.

Aunque, si quieres un Nobel, creo que Bob Dylan admite ofertas.

Un saludo,

Belén

 

 

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