Ha pasado tanto tiempo…
«Cuando vuelva a encontrar las suficientes letras y pueda formar nuevas historias, las llevaré a un sitio vacío de palabras que necesite un poco de mi ironía, de mi risa, de mi mala leche, de mi amor, de mis momentos, de mis reflexiones y de mis rarezas. Aquí ya hay demasiadas palabras dichas. Es mejor comenzar una página en blanco en otro lugar.»
¿Os acordáis? Lo escribí, en Narrando al Mundo, hace casi nueve meses. Lo que tarda un niño en completar un curso. O lo que tarda una madre en gestar un bebé. Yo, por mi parte, he pasado este tiempo aprendiendo -supongo que ya era hora- que la vida no siempre es un paseo cuesta abajo donde basta con deslizarse para que la inercia te haga avanzar. A veces, de hecho, se convierte en una pared vertical completamente lisa que no ves por dónde escalar. Así me pasó a mi, que me quedé mirando la pared con cara de boba, pensando que yo aquello no lo subía ni muerta. Hasta que me di la vuelta y me vi rodeada por gente que me ofrecía ánimos, barritas energéticas, cuerdas varias, mosquetones y unas buenas clases de alpinismo extremo.
Así que aquí estamos. En la página en blanco. Han pasado tantas cosas desde entonces que no estará en blanco mucho tiempo. Porque sigo en Miami (¡tres años aquí ya!) y me sigo sorprendiendo en el supermercado, riéndome con los anuncios, espeluznándome con las noticias y fascinándome con la cultura americana. Mira que son raritos. Y lo que me gustan, aún así. Masoca que es una.
Aló Miami? llega para contároslo. ¿Por qué el nombre? Porque es lo que llevan diciéndome mis padres los últimos 3 años al ver mi número en el teléfono desde España y descolgar: «¿¡Aló Miami?!, ¿Qué tal va todo, hija?, ¿necesitas un piolet?»